Los hermanos sanos de niños con cardiopatía
El nacimiento de un bebé con una cardiopatía congénita genera siempre numerosos problemas y desajustes en su familia. Cambios de horarios y hábitos para arropar al nuevo miembro que, además, requiere una atención especial y específica debido a sus problemas de salud. Todos estos cambios suelen venir acompañados de un gran cansancio en los implicados e implicadas, que en algunos casos terminan por dejar de lado otras obligaciones para centrarse en el pequeño o la pequeña con problemas.

La atención, desde su nacimiento, por parte de los padres y madres de bebés con esta problemática, pero también por parte de los médicos y terapeutas, se centra en primer plano en el pequeño o la pequeña, y en un segundo en los propios progenitores. Los grandes olvidados de todo esto son los hermanos mayores sanos, que se encuentran indefensos antes una situación extraña y desconocida.

Sensación de abandono

Los hermanos sanos de niños con cardiopatía
El nacimiento de un hermano o hermana para los chicos que hasta ese momento han sido los reyes de la casa siempre genera alguna dificultad de adaptación, ya que de repente la atención de sus progenitores, hasta ese momento centrados en ellos, tiende a dividirse y ser menor. Esta situación se acentúa de forma exponencial cuando el nuevo miembro de la familia nace con algún problema grave de salud, ya que la atención a él tiende a ser total.

Los hermanos mayores sanos tienden a percibir una sensación de abandono, de ausencia de quien, hasta ese momento, ha estado siempre a su lado, siempre cerca, siempre atento. El gran problema empieza cuando estos hermanos sanos comienzan a sentir que ya no son importantes para sus padres o, incluso, que ya no son queridos. Ante esta situación los niños tienden a culpar a su nuevo hermano, achacándole que les haya robado de alguna manera a sus padres.

Sintiéndose alejados, fuera del núcleo familiar, los pequeños tienden a responder de manera agresiva, sufriendo habituales explosiones de carácter, estando generalmente malhumorados, siempre alerta de cualquier cosa e intentando generar reiteradamente llamadas de atención. Los niños no entienden la situación, y tienden a culparse, a pensar que algo habrán hecho para que sus padres les den de lado. Tienden a creer que son, incluso, los culpables de que su nuevo hermanito esté enfermo. La sintomatología básica se centra en grandes miedos y celos ante la situación de abandono en la que perciben vivir, sufriendo rabia incontrolada, agresividad verbal y comportamental, tristeza habitual y falta de sueño y apetito. Algunos estudios, sin embargo, han demostrado que el fracaso escolar no es necesariamente un síntoma, ya que en algunos casos se produce todo lo contrario, un éxito en los estudios para llamar de esta forma la atención de su núcleo más cercano.

Relación entre hermanos

En cuanto a la relación entre el hermano sano y el hermano enfermo, se producen diversos contrastes fruto de la combinación del amor por un nuevo compañero de fatigas y del resentimiento por la sensación de haberle robado a sus padres. De una parte, el hermano mayor tiende a preocuparse por su hermanito pequeño, al que ve indefenso y necesitado de protección y cariño. En este sentido se produce una atracción incluso más fuerte de la habitual entre hermanos mayores y pequeños, una relación de fuerte cariño.

Sin embargo, por otra parte, como ya hemos referido anteriormente el hermano mayor percibe como un competidor al recién llegado, entendiendo que le ha robado a sus padres que le han dado de lado. En este sentido el hermano sano llega a hartarse del pequeño, produciéndose una reacciones de rechazo que deben ser controladas para que no vaya a más.

Hacerle partícipe

Los padres tienen una importancia vital en la solución de este problema y deben seguir varias estrategias para que el hermano sano, que es tan importante como el que sufre la cardiopatía, no lo pase mal. El cariño siempre es una clave esencial en la relación entre padres e hijos para resolver las problemáticas que puedan surgir, y en casos como éste en el que los celos son una parte fundamental, es aún más importante mostrarle amor y cercanía en todo momento, que no se sienta solo.

De una manera u otra, el hermano sano debe de ser partícipe del problema del recién llegado, aunque dependiendo de la edad se le deben asignar unas responsabilidades u otras.

Si el hermano mayor es pequeño, la colaboración en el cuidado del hermano menor debe ser mínima, aunque hay que explicarle de forma comprensible que el recién llegado sufre un problema y que necesita unos cuidados y atenciones especiales. A medida que el hermano sano es más mayor, éste debe ir asumiendo ciertas atenciones para que sienta que, más que parte del problema, es parte de la solución.

En cualquier caso, la comunicación de ida y vuelta debe ser absoluta. Los padres de estos pequeños tienen que mostrarse siempre abiertos y atentos a los gestos y actitudes que tenga, y ayudarle a afrontar sus miedos e inquietudes. La comunicación debe entenderse en el más amplio sentido, no sólo se debe hablar con él, sino también enviarle mensajes no verbales para que perciba la cercanía de su ámbito más cercano. Además hay que buscar momentos para estar con él a solas, realizando actividades ociosas y lúdicas y permitiéndole también que realice estas actividades por sí solo en relación a la edad que tengan, para que consigan sentido de la independencia y la responsabilidad.

También se deben evitar al máximo las riñas y castigos, minimizándolos en la medida de lo posible, sobre todo cuando vengan generados por situaciones relacionadas con el hermanito enfermo. En este caso es mucho mejor explicar y razonar por qué lo que ha hecho o dicho no está bien para que de esta forma entienda y aprenda cómo debe actuar.

El entorno

Pero las actuaciones para solucionar los posibles problemas con estos hermanos sanos no sólo hay que centrarlas directamente en el niño, sino que también el entorno más cercano en el que está creciendo debe de ser en cierto modo partícipe de la situación para intentar apoyarlo ante eventuales decaídas. En primer lugar, toda la familia más cercana (abuelos o tíos cercanos) deben estar accesibles, ya que en muchos casos la cardiopatía del pequeño puede llevar a una hospitalización larga o de urgencia y será este entorno el que se haga cargo del mayor, fundamentalmente en los primeros momentos cuando éste puede sentirse un tanto perdido y sorprendido por la nueva situación.

Pero en la edad escolar también los maestros, profesores y educadores habituales deben conocer la situación familiar y tener un diálogo amplio y fluido con los padres, a los que deben comunicar cualquier situación de inquietud o desajuste que puedan percibir en el pequeño para tomar las medidas necesarias, y también para intentar controlar posibles situaciones de aislamiento social.

Ser padres

Los hermanos sanos de niños con cardiopatía
En resumen, los padres de estos pequeños deben encarar de frente el problema, sin intentar menospreciarlo y sobre todo sin intentar proteger al hermano sano mediante el alejamiento de todo lo que rodea a la enfermedad de su nuevo hermano. El niño debe sentirse parte de la solución y los padres, en definitiva, tienen simplemente que ser lo que son, padres que guardan un cariño total a todos sus hijos por igual, tengan los problemas que tengan.