“Mi nombre es Julio Pereyra, soy uruguayo, portador de cardiopatía congénita, operado a corazón abierto, con disfunción de la válvula mitral. Mi sobrino Agustín atraviesa mí misma realidad”.
Estas son las primeras líneas del mensaje que hace unos días recibíamos en Corazón y Vida. Julio escribía a la asociación con la intención de compartir su experiencia de vida con nosotros. Hace 37 años nació un corazón extraordinario, un proceso que su padre ha ido documentando paso a paso, tal y como explica en su relato.
“Mi papá, día por día, durante todo mi tratamiento de cirugías y cateterismos registró qué me hacía cada médico, enfermero, cada curación o control. Gracias a ello, he podido ir agradeciendo a cada persona, desde los que me donaron sangre hasta cada enfermera”, relata Julio.
Una ‘historia clínica’ que el padre de Julio ha ido anotando de modo manual, tal y como se muestra en las imágenes.
Educador con reconocimiento internacional
En la actualidad, Julio aprovecha su experiencia de vida, como cardiópata, para ayudar a otras personas que tengan que enfrentarse a una situación similar a la que de él. «Educo a otros padres en atender y entender los diagnósticos de sus hijos. Trabajo psicoprofilaxis clínica y enseño a niños sobre suturas, gasas, auscultaciones, electrocardiogramas… El objetivo es que que cuando visiten el médico reduzcan el estrés y no tengan miedo”, explica.
Compagina esta faceta de asesoramiento y sensibilización sobre cardiopatías congénitas, con su labor de educador, tarea por la que ha recibido varios reconocimientos internacionales. Trabaja con niños enfermos y con discapacidad en contextos vulnerables y desfavorecidos del interior profundo de América.
Su iniciativa, Escuelitas Ambulantes ‘Caminos de Tiza’, es una propuesta de educación comunitaria de voluntariado en aldeas, comunidades originarias y barrios marginales en diferentes localidades argentinas, sumado a talleres sobre inclusión educativa y estrategias didácticas a centros educativos públicos de manera gratuita.
Como otras muchas personas, que nacen con cardiopatía congénita y tienen que enfrentarse a las vicisitudes de esta afección, reconoce que «mi papá y mi mamá han sido los pilares de mi historia. Llevo mis cicatrices con orgullo y esta es mi forma de honrar a mis viejos por tantas horas de hospital, de espera fuera de un quirófano, de dejar de lado a mis hermanas…”.
Gracias, Julio, por hacernos partícipes de tu historia de vida.